El verano pasado estaba deseando que llegaran las vacaciones para dar una vuelta a la habitación de mi hija adolescente. Queríamos darle una habitación juvenil que reflejara mejor esta nueva etapa en su vida. Además, su cuarto necesitaba desesperadamente que le metiéramos mano por varias razones. La primera de todas es que era un espacio muy deprimente. Tenía los muebles apelotonados, una cocinita de cuando era más pequeña, las paredes sucias y un montón de pequeños trastos que sólo sumaban una enorme sensación de desorden. ¿Te atreves a ver las fotos del «antes»? ¡Que conste que he avisado!
El «antes»: más bien un «de momento»

Cuando nos mudamos, intentamos meter todos los muebles que traíamos como mejor pudimos, pero el resultado no fue muy bueno. La habitación parecía un pasillo hacia la ventana, con muebles blancos a un lado y en madera al otro. El radiador quedó atrapado detrás de una estantería. No llegamos a colocar cuadros en las paredes, y con el tiempo ella puso algún póster suelto.

En cierto momento llegamos a poner un pequeño tendedero a los pies de la cama. Todo estaba lleno de cachivaches, ¡el orden era imposible!

Durante: mucha organización
Así que el primer paso fue hacer una purga de trastos. Conseguí que ella se implicara mucho y entre las dos hicimos una buena criba. Tiró muchas cosas, vendió un número sorprendentemente alto, y se quedó con lo que realmente le gusta usar. En la estantería de cubos, de hecho, al final sobró uno. Los otros tres ahora guardan bolsos/mochilas, juegos y complementos.

En su escritorio también hicimos limpieza porque todavía guardaba muchos cuadernos y libros de texto viejos. Hicimos espacio para los nuevos y para todo su material de dibujo, que le encanta.

Si te fijas en la foto de arriba, verás que aproveché para cerrar por detrás el escritorio MICKE de IKEA. Siempre habíamos tenido el problema de que lo que metía tras la puerta caía por detrás y además manchaba la pared. Simplemente con una de las baldas y unas pequeñas escuadras, quedó todo contenido y todavía hay un pequeño espacio para pasar cables.

Los cajones acaban recogiendo de todo lo que pasa por la mesa, menos mal que les dimos un buen repaso y los dejamos limpios y despejados.

El «después»: una habitación juvenil para una chica adolescente
Ojo, no todo fue limpiar y ordenar: ¡también hubo color! Había que pintar las paredes y decidimos darles más vida. Yo quería pintarlas de gris, y ella quería un color aguamarina. Al final decidimos que el color vivo iría en el techo, y las paredes serían grises. ¡Creo que quedó muy alegre y soñador!

En cuanto a la colocación de los muebles, decidimos poner la cama frente al ventanal, para que se viera al entrar en la habitación. Así evitábamos hacer de nuevo un pasillo y quedaba mucho más acogedor. Como realmente no había sitio para mesillas, pusimos en su lugar este taburete que teníamos en el salón. Cabe lo justo: una lucecita, el agua, y un libro.
El resto de los muebles los repartimos a los lados de la habitación. Al ser blancos, resaltan sobre las paredes grises. La cómoda con las cajas la pusimos a la izquierda, y aproveché para ponerle unas patas, que era algo que llevaba tiempo queriendo hacer. Sobre ella colgamos una serie de marcos con fotos de amigos y familiares.

Enfrente hicimos un pequeño tocador con cosas que ya teníamos por casa: una balda de madera y un espejo. Como era un espejo muy sencillo, la animé a que lo decorara con washi tape, y así es como quedó:

Como ves, junto al espejo colgamos un tablón de corcho, fruto de otra pequeña manualidad. Teníamos un tablón viejo guardando polvo, con un aspecto terrible. Aprovechando los restos de pintura que tenía, le di una manita de aguamarina en el corcho y un par de blanco en el marco. ¡Se parece al techo de la habitación! Me parece un detalle coqueto y que le proporciona un lugar donde ir colgando esas pequeñas cosas que la alegran o la inspiran.

El escritorio quedó pegado al armario empotrado. Con esto perdimos algo de acceso al armario, pero no nos importó mucho porque ahí guardamos cosas que se utilizan sólo de forma estacional: abrigos de invierno y toallas de playa para el verano. Su ropa y zapatos se guardan en el armario que está en la otra pared.

¡No está mal la vista desde la cama! Recordemos que antes, lo que veía antes de cerrar los ojos por la noche era esto:

Al final, en esta pequeña renovación nos gastamos muy poco (sólo compramos la pintura y un poco de material de ferretería) y conseguimos un cambio RADICAL. El resultado fue una habitación juvenil que reflejara mejor esta nueva etapa de su vida, más adaptada a sus necesidades y muy acorde con su personalidad. Las dos acabamos muy contentas 🙂
Y tú, ¿alguna vez has conseguido un gran cambio con poco presupuesto? Me encantaría saber cómo, ¡déjame un comentario!
Psst! ¿Sabes que esta habitación ha vuelto a cambiar? (¡y por 0 euros!). Tuvimos que solucionar un par de problemas que en este momento no fuimos capaces de prever. Puedes ver la transformación aquí.